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En todos los manuales de guion se presta una especial atención (y con razón) al clímax de las historias, ya que éste es el que hace memorable una película y da sentido a todo lo demás. Un buen clímax no sólo debe desenlazar (para bien o para mal) la peripecia en que los protagonistas se han visto inmersos. Lo más importante de un clímax es que en él se concentre todo el significado que podamos extraer del tema tratado y toda la carga emotiva que nos permita el conflicto entre nuestros personajes.

Pues bien, si existe un ejemplo paradigmático que reúne estas condiciones, ése es el clímax de  “Coco”. En la nueva ficción de Pixar, todos y cada uno de los elementos que conforman la trama no están ahí de manera gratuita, sino que sirven a ese momento de la película en el que el niño protagonista intenta desesperadamente que su centenaria bisabuela no olvide a su padre. Todos los mimbres han sido previamente sembrados por el guionista para dotar a ese momento de la mayor carga emotiva y el mayor significado posible. Por un lado, el clímax de “Coco” resuelve el conflicto principal que mueve toda la historia: la pasión de Miguel por la música y el antagónico sentimiento de su familia hacia la misma. Es en el clímax cuando su familia se quiebra y vuelve a aceptar la música en sus vidas. Por otro lado, el clímax acaba con la gran amenaza que plantea la película: el olvido. Gracias al poder evocador de la música, mamá Coco recuerda a su padre y Miguel consigue salvar a Héctor del olvido. Y todo ello concentrado en unos segundos mágicos e inolvidables, sin necesidad de diálogos explicativos. Sólo imágenes y música.

Llegados a ese punto, muchos espectadores lloran de emoción por la belleza del momento. Los guionistas, además, disfrutamos como el arquitecto que contempla la colocación de la clave de bóveda en el Taj-Mahal. La cubierta no sólo no se viene abajo sino que la pieza encaja a la perfección y el resultado final luce espléndido sobre nuestras cabezas. ¿Cómo se consigue semejante obra de arte? ¿Cómo ha hecho el guionista para que todas las piezas encajen con tanta precisión? El secreto consiste en pelearte con tu historia hasta encontrar el clímax. Una vez que lo tienes, construye hacia atrás. Veamos cómo lo explica uno de los gurús de la teoría del guion, Robert McKee:

“El clímax del último acto es nuestro gran salto imaginativo. Sin él no tenemos historia. Hasta que lo tengamos nuestros personajes esperarán, como pacientes que sufren y rezan por una cura. Una vez tenemos en nuestras manos el clímax, las historias se vuelven a escribir en gran medida hacia atrás y hacia delante. El fluir de la vida se desplaza desde la causa hacia el efecto, pero el fluir de la creatividad a menudo se desliza desde el efecto hacia la causa. Las ideas para los clímax aparecen sin ningún tipo de soporte en nuestra imaginación. Una vez las tenemos debemos trabajar hacia atrás para apoyarlas en nuestra realidad ficticia, aportando los cómos y los porqués. Trabajamos desde el final para garantizar que cada imagen, cada golpe de efecto, cada acción o cada línea de diálogo se relacionen de un modo u otro o nos preparen para ese gran resultado, idea o contraidea. Toda escena debe tener una justificación temática o estructural que encaje con el clímax. Si se puede eliminar una escena sin dañar el impacto del final, así lo haremos”.

Advenedizo estudiante de guion: no me des las gracias por revelarte el secreto. Cualquier guionista con un poco de experiencia lo conoce. El problema radica en ejecutarlo con tanta maestría como Adrian Molina y Mathew Aldrich. Para eso hace falta mucho talento y muchas horas de vuelo.

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Por Nico Romero

Nico Romero es el fundador de este blog y guionista desde 1.999. Entre sus series más conocidas se encuentran "Siete vidas", "Aída", "Compañeros" o "El internado". Recientemente ha estrenado "Hospital Valle Norte" en TVE, "Brigada Costa del Sol" en Telecinco y Netflix y "El nudo" en Atresplayer, HBO y Antena 3.

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