Quizás nuestras series, en el conjunto de todos sus capítulos, aún no puedan ser consideradas historias redondas. O al menos no tan redondas como otras joyas consagradas de la ficción internacional (aunque ahí está “Sé quién eres” para empezar a contradecirme). Sin embargo, lo que es indudable después de ver pilotos como el de “La casa de papel” es que, al menos, ya sabemos empezar a contar grandes historias.
Quizás el mérito más importante de esta serie sea haber enterrado definitivamente a la señora de Cuenca como medidora del grado de masticación que ha de tener nuestra narrativa. El capítulo 1 salta entre el presente del atraco y varios momentos pasados de forma anteriormente vetada para las ficciones nacionales (con excepción quizás de “El Ministerio del Tiempo”) dotando al capítulo de un ritmo vertiginoso. Prohibido dormirse. O se sube en marcha o ahí se queda (con el peligro de audiencia que ello conlleva en una cadena nacional cuyo prime time empieza a las 22:45).
Y aunque éste quizás sea su mayor mérito, a mí me gustaría llamar la atención sobre otro tan elemental como bien ejecutado. Después de ver el capítulo, todos tenemos claro qué personajes nos caen bien y qué personajes no pero ¿nos hemos parado a pensar en base a qué hemos tomado esas decisiones? ¿Qué secuencias han sido introducidias por los guionistas para hacernos juzgar a los protagonistas tal y como ellos quieren? No es un ejercicio muy complicado así que tomémonos un segundo para hacerlo con algunos de los personajes:
Tokio
El hecho de que la narración comience con ella y con su voz en off, la convierte en la protagonista de la historia. Se trata de una atracadora de bancos que ha perdido al amor de su vida en un tiroteo y ahora está en busca y captura. Además, es una mujer que, en los peores momentos, se preocupa por su madre y la llama por teléfono.
Veredicto del espectador: es una buena persona. Aunque sea una atracadora, me cae bien. De los buenos
El profesor
Es un hombre educado y aparentemente inofensivo. Reúne a un grupo de atracadores porque tiene un plan: robar un montón de dinero a una institución (la casa de moneda y timbre) que no lo necesita. Eso sí, es muy importante que nadie salga herido, dice. Esto, de golpe y porrazo, lo convierte en una buena persona. Además, el hecho de que se haga llamar “el profesor” y que tenga un elaborado plan para hacerse con el botín nos lo dibuja como un personaje inteligente.
Veredicto del espectador: El hecho de que no sepamos absolutamente nada de su pasado nos aporta una buena dosis de misterio pero no nos impide catalogarlo como de los buenos.
Río
Otro personaje con el que los espectadores van a identificarse rápidamente gracias a su debilidad: Tokio. Claramente está enamorado de ella y sufre porque tiene miedo de perderla cuando todo esto se acabe. Y así se lo confiesa a ella. Y por eso le pide matrimonio. Y ella le rechaza. Al menos por ahora. Y es entonces cuando empezamos a sufrir por él.
Veredicto del espectador: De los buenos.
Denver y Moscú
Denver es presentado por la voz en off de Tokio y su descripción es luego confirmada por su actuación durante el atraco: es un macarra, agresivo, impulsivo, no muy listo y encima se burla cruelmente de un rehén. Un indeseable. Sin embargo, el espectador quiere saber de él y no sólo porque le fascine su imprevisibilidad o su verdad barriobajera sino porque en el fondo tiene su corazoncito. ¿Y dónde lo vemos? En la secuencia hábilmente introducida por el guionista en la que nos enteramos de que, como Moscú, es consciente de sus limitaciones, de que sabe que no es muy listo ¿Cómo no identificarse, aunque sólo sea un poco, con unos personajes que nos reconocen sus defectos, que nos muestran un pasado duro, con un padre en la cárcel?
Juicio del espectador a Denver: aún no pero será de los buenos
Juicio del espectador a Moscú: de los buenos
Berlín
Un perfecto capullo. Lo que se llama un “chuloputas”. Cruel con las víctimas, provocador con sus compañeros, incorrecto. ¿Por qué debemos identificarnos con este personaje? Por nada. El guionista no lo ha querido así. ¿A qué se debe? A que Berlín representa el peligro amigo. Está construido para servir al resto de personajes, para hacer que sus vidas peligren, para aumentar la presión sobre los personajes con los que el guionista sí quiere que nos identifiquemos. Porque Berlín no es de fiar… y encima es su jefe.
Juicio del espectador: de los malos
Arturo
El jefe de la fábrica nacional de moneda y timbre. Un adúltero que es capaz de burlarse cruelmente de su amante cuando ésta le confiesa que está embarazada. “Tú debes de ser Shiva, la reina de la fertilidad” ¿Cómo podría caernos bien? Ni siquiera verle secuestrado y humillado lo consigue.
Veredicto del espectador: de los malos
Mónica
Por contraste ¿cómo podríamos no identificarnos con la otra, con la mujer embarazada, víctima de un jefe libidinoso y gilipollas integral?
Veredicto del espectador: de los buenos
Cuando las secuencias y los detalles están bien escogidos (como en esta serie) este ejercicio resulta casi de perogrullo pero ¿cuántas veces hemos escrito un guion y nos hemos lamentado porque el lector/espectador no termina de sentir hacia los personajes lo que nosotros pretendíamos que sintiera? La próxima vez que escribas una historia pregúntate ¿he presentado correctamente a mis personajes?