En el primer semestre de 2019, Nico Romero, José Ángel Lavilla, Nacho Pérez de la Paz y yo escribimos “El Nudo”, una serie a partir de la exitosa telenovela mexicana “Caer en tentación” de Leonardo Bechini y Óscar Tabernise, que fue a su vez una adaptación de la telenovela argentina “Amar después de Amar”, de Erika Halvorsen y Gonzalo de María.
Coincidiendo con el estreno en abierto de la serie en Antena 3, Nico me pide que escriba algo acerca del proceso de creación de la serie. Le contesto que la creación fue bastante rápida y sin nada reseñable. Él sugiere entonces que cuente de forma divertida el día a día de la escritura del piloto y la biblia. Pero la idea de redactar “divertidamente” la jornada de una persona tecleando con expresión de Buster Keaton no me entusiasma, así que, con su permiso, voy a escribir unas cuantas cosas, unos apuntes de aquí y allá, acerca de aspectos diversos de la serie. Por ejemplo…
De “Caer en Tentación” a “El Nudo”: Lost in Transition.
¿Cómo es pasar de una telenovela diaria a una serie semanal de 13 episodios? Como intentar meter un piano de cola dentro del estuche de una flauta travesera: no es sólo el tamaño, es que son dos instrumentos que tienen poco que ver. Por eso ni se planteó trasladar el argumento ni tomar los giros de las tramas de “Caer en tentación”, sino montar una historia y unos personajes originales.
De la exitosa “Caer en tentación” usamos la premisa de partida de la historia: un accidente de coche a partir del que se descubre la infidelidad de un hombre con la mejor amiga de su mujer, y esto arrastra a sus cónyuges a iniciar, a su vez, una relación. También tomamos la forma de contarlo en dos tiempos alternativamente. Pero para encontrar la identidad propia del “El Nudo” no vimos apenas los formatos originales, evitando así ser influidos inconscientemente por el ambiente, los personajes y el sesgo de unas historias que no eran las que nosotros íbamos a contar.
Cambio sobre la marcha: de melodrama a policiaco
Al principio se pensó y se planeó el mapa de tramas de “El Nudo” como un melodrama emocional, pero después, con la preproducción ya muy avanzada, se decidió traer a primera línea la investigación del asesinato de una de los cuatro protagonistas, que al principio iba a ocupar un lugar discreto en la historia.
De pronto, el personaje secundario del policía al cargo de la investigación pasa a ser, ¡milagro!, el quinto protagonista. Como la producción ya estaba trabajando con dos espacios fijos complicados y costosos (una moderna universidad y una lujosa mansión) el desafío era: ¿podríamos construir un procedimental sin que nuestro policía tuviera un centro de operaciones, y un@/s colaborador@/s? Allá que vamos.
Al final, en toda la serie apenas hay media docena de secuencias en el cuartel. Nuestro teniente Godoy siempre está pateando la calle, interrogando a los sospechosos, vigilando, investigando el pasado… Conclusión: al final no echamos de menos ni una oficina ni a un compañero con el que recapitular sobre el progreso de la investigación. Bien es verdad que, si el policía te lo hace el maravilloso Enrique Villén, echas de menos pocas cosas.
Mi parte favorita: las mujeres en el centro de la trama.
Me encanta que los ejes, tanto de la historia que transcurre en el pasado como la del presente, sean sendas mujeres. El ansia actual de dar los protagonistas a mujeres hace que a veces caigamos en el error de construirlas como si fuesen hombres, creyendo que así queda todo muy igualitario y nada sexista, pero cayendo sin querer en perfiles algo forzados, con un fondo artificioso en el que a algunas nos cuesta reconocernos.
Nuestro empeño en “El Nudo” fue hacer mujeres con conflictos específicos de mujeres. De mujeres de su edad. Mujeres que, en un momento de su vida, se replantean su historia, e intentan cambiarla antes de que sea tarde, o intentan preservar lo que los años se les están llevando. Mujeres que no acompañan a los hombres. Mujeres inteligentes, complejas, fuertes, contradictorias, y oscuras, si hace falta, con intereses fuera del ámbito romántico o de cuidados, que toman decisiones capaces de dar un volantazo a la historia entera.
No es una serie “de guapos”
Que, oye, es maravilloso ver series de adolescentes con cuerpazos y caras preciosas, dándolo todo en historias trepidantes, pero en “El Nudo” íbamos a por otro objetivo, y desde el principio tuvimos claro que queríamos personajes con aspecto real. Una serie como ésta, que vive del primer plano, no casa bien con pieles impolutas, mejillas color melocotón y melenón planchado: el drama interno a veces se cuenta mejor con unas ojeras y un rostro tenso que con una frase melodramática. Creo que los personajes de “El Nudo” son atractivos de una forma que es verdad, y eso ayuda a la historia.
Dos capítulos para resolver un final “enrevesado”
“El Nudo” tiene que resolver un crimen en el presente, pero ese crimen puede tener que ver con otro crimen ocurrido en el pasado. Construimos las dos tramas para que se entrelazasen durante toda la serie. No había un solo culpable. La liada era tan grande que sólo servía si al final los dos misterios quedaban claros como el cristal, por eso optamos por no desarmar todo en el último capítulo, cual tsunami de revelaciones, sino deshacer el nudo en dos partes: en el penúltimo capítulo se aclara lo que ocurrió en la trama del pasado pero sorprendentemente esto no sólo no revela al culpable del crimen del presente, sino que cierra el capítulo elevando la pregunta: ¿quién co*o es el culpable de la muerte con la que arranca todo? Pero aún hay más…
Un giro en la última secuencia de la serie
Cuando en el último capítulo se descubra la verdad y se rematen todas las historias, no quedará todo dicho. Decidimos dejar un último regalito. Hasta el último momento algún personaje puede destapar una carta.