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Que la serie de Olivares es una de las más entretenidas, originales y didácticas de la ficción nacional es tan cierto como repetido en el aluvión de buenas críticas que ha recibido tras el estreno de su tercera temporada. Por eso, a mí me gustaría centrarme ahora en otro aspecto del universo de “El Ministerio del Tiempo” que, a buen seguro, dará más de un quebradero de cabeza en esa writers´ room tan codiciada.

Además de un producto de entretenimiento, “El Ministerio” nos ayuda a conocer personajes y momentos, famosos o no, de la Historia de España. Esta labor didáctica, que se agradece y se disfruta, implica una pequeña obligación para los guionistas: los protagonistas no pueden cambiar sustancialmente la Historia, pues si la cambiaran, la serie viraría bruscamente desde el género histórico hacia el de las distopías. Esta necesidad “de diseño” no plantea problemas cuando la misión consiste en preservar lo bueno de nuestra Historia pero las historias pueden tornarse algo inorgánicas cuando se trata de conservar aquello de lo que no nos sentimos tan orgullosos ¿Cómo no ponerse del lado de los agentes del Ministerio cuando intentan evitar que “El Quijote” caiga en manos de los ingleses? ¡Imposible! Sin embargo, la identificación del espectador con los protagonistas se hace más discutible cuando, como en el primer capítulo de la tercera temporada, Pacino evita que la mala trate de derrocar el Régimen de Franco. Probablemente el mecanismo se resienta poco con espectadores menos politizados que yo pero, para mí, de repente, los buenos ya no son tan buenos y los malos no tan malos.

Evitar que esa inversión de roles se complete en los cerebros de los espectadores debe de ser una pelea dura y constante en el seno de aquella writers´ room. Sin embargo, me temo que es inevitable y que jamás veremos a nuestros protagonistas luchando por borrar de la Historia alguna de esas etapas vergonzantes. O al menos triunfando en ello.

Mientras lo comprobamos, permítanme que haga un ejercicio de imaginación. Última temporada de “El Ministerio del Tiempo”: Amelia comienza a sospechar que el presente que conocemos no es el fruto de nuestro pasado original sino el resultado de una Historia adulterada convenientemente por un pequeño colectivo bien organizado (digamos el 1% de la población) con el objetivo de acumular tanto patrimonio como el 99% restante ¿Y si la Guerra Civil, la Transición, el 11M e incluso la crisis de 2008 hubieran sido orquestados desde arriba con tal fin? ¿Y si el FMI, el Banco Mundial o Goldman Sachs tuvieran una red de espías infiltrada en el Ministerio del Tiempo para imponernos este presente que nosotros damos por bueno?  Si hasta tengo un nombre guay para la maléfica organización. ¡El club Bilderberg! No sé si esta idea haría más felices a los Ministéricos o a los conspiranoicos pero tratándose de la última temporada, los guionistas podrían permitirse que los protagonistas lograran modificar el pasado para recuperar el presente original, que nosotros no conocemos pero que es mucho mejor que el que nos ha tocado vivir a los espectadores. Así, si en otras historias, el mundo de la ficción es una distopía del real, aquí el mundo real habría sido una distopía del de la ficción. Igual la historia se escapa un poco del estilo de la serie pero… no me digan que no molaría.

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Por Nico Romero

Nico Romero es el fundador de este blog y guionista desde 1.999. Entre sus series más conocidas se encuentran "Siete vidas", "Aída", "Compañeros" o "El internado". Recientemente ha estrenado "Hospital Valle Norte" en TVE, "Brigada Costa del Sol" en Telecinco y Netflix y "El nudo" en Atresplayer, HBO y Antena 3.